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El poeta pide a su amor que le escriba

El poeta pide a su amor que le escriba


Amor de mis entrañas, viva muerte,
en vano espero tu palabra escrita
y pienso, con la flor que se marchita,
que si vivo sin mí quiero perderte.

El aire es inmortal. La piedra inerte
ni conoce la sombra ni la evita.
Corazón interior no necesita
la miel helada que la luna vierte.

Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas,
tigre y paloma, sobre tu cintura
en duelo de mordiscos y azucenas.

Llena, pues, de palabras mi locura
o déjame vivir en mi serena
noche del alma para siempre oscura.

Federico García Lorca (1898-1936)

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Madrigal

Madrigal


Ven a mí que vas herido
que en este lecho de sueños
podrás descansar conmigo.

Ven, que ya es la media noche
y no hay reloj del olvido
que sus campanadas vierta
en mi pecho dolorido

Tu retorno lo esperaba.
De un ángulo de mi vida
voz sin voz me lo anunciaba.

Concha Méndez (1898-1986)

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Vergüenza

Vergüenza

 
Si tú me miras, yo me vuelvo hermosa
como la hierba a que bajó el rocío,
y desconocerán mi faz gloriosa
las altas cañas cuando baje al río.

Tengo vergüenza de mi boca triste
de mi voz rota y mis rodillas rudas;
ahora que me miraste y que viniste,
me encontré pobre y me palpé desnuda.

Ninguna piedra en el camino hallaste
más desnuda de luz la alborada
que esta mujer a la que levantaste,
porque oíste su canto, la mirada.

Yo callaré para que no conozcan
mi dicha los que pasan por el llano,
en el fulgor que da a mi frente tosca
y en la tremolación que hay en mi mano...

Es noche y baja a la hierba el rocío;
mírame largo y habla con ternura,
¡que ya mañana al descender al río
la que besaste llevará hermosura!

Gabriela Mistral (1889-1957)

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Negros faroles sus ojos.

Negros faroles sus ojos.
Su boca roja granada.
Cuchillito su nariz
sobre el labio apernacada.

Dos rosas en los oídos.
Dos hoyuelos en la barba.
De negra noche, dos trenzas
sobre los hombros de malva.

Dos piñones del pinar
de su cuerpo en dos manzanas
-blancas y rojas palomas
del palomar de las Gracias-.

A dormir va la pureza
del lino. Sábanas blancas
besarán entre sus pliegues
a la niña blanca, blanca.
Fernando Villalón (1881-1930)

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Soñé que tú me llevabas

 
Soñé que tú me llevabas
por una blanca vereda,
en medio del campo verde,
hacia el azul de las sierras,
hacia los montes azules,
una mañana serena.

Sentí tu mano en la mía,
tu mano de compañera,
tu voz de niña en mi oído
como una campana nueva,
como una campana virgen
de un alba de primavera.
¡Eran tu voz y tu mano,
en sueños, tan verdaderas!...
Vive, esperanza ¡quién sabe
lo que se traga la tierra!

Antonio Machado (1875-1839)

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Erótica

Erótica


Cayó sobre tu espalda
la llama de tu pelo
quemó la blancura
su ondulación de fuego.

Entre los áureos rizos,
por el amor deshecho,
yo vi calientes, húmedos,
brillar tus ojos negros.

Sin desmayas, erguidos,
redondos, duros, tersos,
temblaron los montones
de nieve de tus pechos.

Y de amor encendida,
estremecido del cuerpo,
con amorosa savia
sus rosas florecieron.

El clavel de tus labios
brindaba miel de besos
y fue mi boca ardiente
abeja de sus pétalos.

De la crujiente seda,
que resbalara al suelo,
emergió su blancura
tu contorno supremo.

Y al impulso movido
de ardoroso deseo,
se cimbró entre mis brazos
y quedó prisionero.

Me abrasaban tus ojos,
me quemaba tu aliento,
y apagó las palabras
el rumor de los besos...

Enrique de Mesa (1878-1929)

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El beso

El beso


A veces nuestros labios, como locas
mariposas de amor, se perseguían;
los tuyos de los míos siempre huían,
y siempre se juntaban nuestras bocas.

Los míos murmuraban: -¡Me provocas!
Los tuyos: -¡Me amedrentas!, respondían;
y aunque siempre a la fuga se atenían,
las veces que fugaron fueron pocas.

Recuerdo que, una tarde, la querella
en el jardín, llevando hasta el exceso,
quisiste huir, mas, por mi buena estrella,

en una rosa el faldellín fue preso,
y que, después, besé, la rosa aquella,
por haberme ayudado a darte un beso.

Manuel Ugarte (1878-1951)

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Vienes a mí...

Vienes a mí...


Vienes a mí, te acercas y te anuncias
con tan lve rumor, que mi reposo
no turbas, y es un canto milagroso
cada una de las frases que pronuncias.

Vienes a mí, no tiemblas, no vacilas,
y hay al mirarnos atracción tan fuerte,
que lo olvidamos todo, vida y muerte,
suspensos en la luz de tus pupilas.

Y en mi vida penetras y te siento
tan cerca de mi propio pensamiento
y hay en la posesión tan honda calma,

que interrogo al misterio en que me abismo
si somos dos reflejos de un ser mismo,
la doble encarnación de una sola alma.

Enrique González Martínez (1871-1952)

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Lujuria

Lujuria


Cuando murmuras con nervio acento
tu cuerpo hermoso que a mi cuerpo toca
y recojo en los besos de tu boca
las abrasadas ondas de tu aliento.

Cuando más que ceñir, romper intenso
una frase de amor que amor provoca
y a mí te estrechas delirante y loca,
todo mi ser estremecido siento.

Ni gloria, ni poder, ni oro, ni fama,
quiero entonces, mujer. Tu eres mi vida,
ésta y la otra si hay otra; y sólo ansío
gozar tu cuerpo, que a gozar me llama,
¡ver tu carne a mi carne confundida
y oír tu beso respondiendo al mío!...

Miguel de Unamuno (1864-1936)

Sed de tus ojos en la mar me gana...

Sed de tus ojos en la mar me gana;
hay en ellos también olas de espuma,
rayo de cielo que se anega en bruma
al rompérsele el sueño, de mañana.

Dulce contento de la vida mana
del lago de tus ojos; si me abruma
mi sino de luchas, de ellos rezuma
lumbre que al cielo con la tierra hermana.

Voy al destierro del desierto oscuro,
lejos de tu mirada redentora,
que es hogar de mi hogar sereno y puro.

Voy a esperar de mi destino la hora;
voy acaso a morir a pie del muro
que ciñe al campo que mi patria implora.

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Poeta, di paso (Fragmento)


 ¡Poeta, di paso
los furtivos besos!...
¡La sombra! ¡Los recuerdos! La luna no vertía
allí ni un sólo rayo... Temblabas y eras mía.
Temblabas y eras mía bajo el follaje espeso.
Una errante luciérnaga alumbró nuestro beso,
el contacto furtivo de tus labios de seda.
La selva negra y mística fue la alcoba sombría...
En aquél sitio el musgo tiene olor de reseda...
Filtró luz por las ramas cual si llegara el día,
entre las nieblas pálidas la luna aparecía...
¡Poeta, di paso
los íntimos besos!
¡Ah, de las noches dulces me acuerdo todavía!
En señorial alcoba, de la tapicería
amortiguaba el ruido con sus hilos espesos,
desnuda tú en mis brazos fueron míos tus besos;
tu cuerpo de veinte años entre la roja seda,
tus cabellos dorados y tu melancolía,
tus frescuras de virgen y tu olor de reseda...
Apenas alumbraba la lámpara sombría
los desteñidos hilos de la tapicería.
¡Poeta, di paso
el último beso!

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Mía

Mía


Mía: así te llamas.
¿Qué más armonía?
Mía: la luz del día;
Mía: rosas, llamas.
¡Qué aromas derramas
en el alma mía
si sé que me amas,
oh Mía!, ¡oh Mía!
Tu sexo fundiste
con mi sexo fuerte,
fundiendo dos bronces.
Yo, triste; tú triste...
¿No has de ser, entonces,
Mía hasta la muerte?

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Árbol de mi alma (Fragmento)


Como un ave que cruza el aire claro,
siento hacia mi venir tu pensamiento
y acá en mi corazón hacer su nido.
Ábrase el alma en flor; tiemblan sus ramas
como los labios frescos de un mancebo
en su primer abrazo a la hermosura;
cuchichean las hojas; tal parecen
lenguaraces obreras y envidiosas,
a la doncella de casa rica
en preparar el tálamo ocupadas.
Ancho es mi corazón, y es todo tuyo.
Todo lo triste cabe en él, y todo
cuanto en el mundo llora, y sufre, y muere!
De hojas secas, y polvo, derruidas
ramas; lo limpio; bruño con cuidado
cada hoja, y en los tallos; de las flores
los gusanos y el pétalo comido
separo; creo el césped en contorno
y a recibirte, oh pájaro sin mancha,
apresto el corazón enajenado!

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Si a veces silencioso


 Si a veces silencioso y pensativo
a tu lado me ves, querida mía,
es porque hallo en tus ojos la armonía
de un lenguaje tan dulce y expresivo.

Y eres tan mía entonces, que me privo
hasta de oír tu voz, porque creería
que rompiendo el silencio desunía
mi ser del tuyo, cuando en tu alma vivo.

¡Y estás tan bella, mi placer es tanto,
es tan completo cuando así te miro,
siento en mi corazón tan dulce en tanto,

que me parece, a veces,, que en ti admiro
una visión celeste, un sueño santo
que va a desvanecerse si respiro!

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Volverán las oscuras golondrinas


 Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.

Pero aquellas que el vuelo frenaban
tu hermosura y mi dicha al contemplar;
aquellas que aprendieron nuestros nombres,
ésas ... ¡no volverán!

Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde, aún más hermosas,
sus flores se abrirán.

Pero aquellas cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día...
ésas ... ¡no volverán!

Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón, de sus profundo sueño
tal vez despertará.

Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido... desengáñate
así ... ¡no te querrán!

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Yo pienso en ti



Yo pienso en ti, tú vives en mi mente,
sola, fija, sin tregua, a toda hora,
aunque tal vez el rostro indiferente
no deje reflejar sobre mi frente
la llama que en silencio me devora.

En mi lóbrega y yerta fantasía
brilla tu imagen apacible y pura,
como el rayo de la luz que el sol envía
a través de una bóveda sombría
al roto mármol de una sepultura.

Callado, inerte, en estupor profundo,
mi corazón se embarga y se enajena,
y allá en su centro vibra moribundo
cuando entre el vano estrépito del mundo
la melodía de su nombre suena.

Sin lucha, sin afán y sin lamento,
sin agitarme, en ciego frenesí,
sin proferir un sólo, un leve acento,
las largas horas de la noche cuento
y pienso en ti!

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Primer amor


El primer amor es firme,
el segundo lisonjero,
el tercero engañador,
no hay amor como el primero.

Cancionero popular rioplatense: Lírica gauchesca

Buen olor el de rosas y claveles,
bello el sol por su luz y sin segundo,
mas si habláis de dulzuras y de mieles,
como el primer amor nada en el mundo.

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POEMA DEL OLVIDO

José Ángel Buesa
POEMA DEL OLVIDO



Viendo pasar las nubes fue pasando la vida,
y tú, como una nube, pasaste por mi hastío.
Y se unieron entonces tu corazón y el mío,
como se van uniendo los bordes de una herida.

Los últimos ensueños y las primeras canas
entristecen de sombra todas las cosas bellas;
y hoy tu vida y mi vida son como estrellas,
pues pueden verse juntas, estando tan lejanas...

Yo bien sé que el olvido, como un agua maldita,
nos da una sed más honda que la sed que nos quita,
pero estoy tan seguro de poder olvidar...

Y miraré las nubes sin pensar que te quiero,
con el hábito sordo de un viejo marinero
que aún siente, en tierra firme, la ondulación del mar.

Lee todo en: POEMA DEL OLVIDO - Poemas de José Ángel Buesa http://www.poemas-del-alma.com/jose-angel-buesa-poema-del-olvido.htm#ixzz2ATRxsrqW

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POEMA PARA LAS LÁGRIMAS


POEMA PARA LAS LÁGRIMAS



Corno cuando se abrieron por tus sueños mis párpados,
rota y cansadamente, acoge mi partida.

Como si me tuvieras nadando entre tus brazos,
donde las aguas corren dementes y perdidas.

Igual que cuando amaste mis ensueños inútiles,
apasionadamente, despídeme en la orilla...

Me voy como vinieron a tus vuelos mis pájaros,
callada y mansamente, a reposar heridas.

Ya nada más detiene mis ojos en la nube...
Se alzaron por alzarte, y ¡qué inmensa caída!

Sobre mi pecho saltan cadáveres de estrellas
que por ríos y por montes te robé, enternecida.

Todo fue mi universo unas olas volando,
y mi alma una vela conduciendo tu vida...

Todo fue mar de espumas por mi ingenuo horizonte...
Por tu vida fue todo, una duda escondida.

¡Y saber que mis sueños jamás solos salieron
por los prados azules a pintar margaritas!

¡Y sentir que no tuve otra voz que su espíritu!
¡Y pensar que yo nunca sonreí sin su risa!

¡Nada más! En mis dedos se suicidan las aves,
y mis pasos cansados ya no nacen espigas.

Me voy como vinieron a tu techo mis cielos...
fatal y quedamente, a quedarme dormida...

Como el descanso tibio del más simple crepúsculo,
naturalmente trágico, magistralmente herida.

Adiós. Rézame versos en las noches muy largas..
En mi pecho sin lumbre ya no cabe la vida...

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POEMA DE LA CITA ETERNA


POEMA DE LA CITA ETERNA



Lo saben nuestras almas,
más allá de las islas y más allá del sol.
El trópico, en sandalias de luz, presto las alas,
y tu sueño y mi sueño se encendieron.

Se hizo la cita al mar... tonada de mis islas,
y hubo duelo de lirios estirando colinas,
y hubo llanto de arroyos enloqueciendo brisas,
y hubo furia de estrellas desabriéndose heridas...
Tú, y mi voz de los riscos, combatían mi vida.

Se hizo al mar tu victoria, sobre palmas vencidas...

Fue paisaje en lo inmenso,
una imagen de mar casi riachuelo,
de río regresando,
de vida, de tan honda, atomizándose.
Y se dio cita eterna la emoción.

El mar, el verdadero mar,
casi ya mío... el mar, el mar extraño
en su propio recinto...
el mar
ya quiere ser el mar sobremarino...

El mar, tonada entretenida de mis islas,
por traerse una flor de la montaña,
se trajo mi canción en un descuido,
mi canción más sencilla,
la canción de mis sueños extendidos.

Sobre el mar, sobre el tiempo,
la tonada, la vela...
La cita eterna, amado,
más allá de los rostros de las islas que sueñan.

En el pecho del viento van diciendo los lirios,
que en el pecho del mar dos auroras se besan.

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EL BESO


EL BESO



Voy a contarte un cuento que otras saben.
Las menos como tú jamás supieron.
Era un juego de a dos pues se enfrentaban
un rey hermoso y una reina a besos.
Y érase que ella alegre se moría
como última tecla en cada beso.
Y él riendo tomaba con su boca
un poco de su lengua y de su aliento.
Pasó el verano bajo el puente chino,
sopló el otoño y garuó el invierno,
volvió la primavera y se marchó
detrás de un par de niños aquel juego.
Y érase esa mujer que aún lo amaba,
y moría de pena, pero en serio.
Y érase la tristeza en el ciprés
la hora en que llovía en ese reino.

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EL CIELO DESTRUIDO


EL CIELO DESTRUIDO



("¡Oh, cielo riguroso! ¡Oh, triste suerte!
¡Que tantas muertes das con una muerte!")


El cielo destruido porque llora
mi acongojado corazón humano,
no es el perenne cielo cotidiano 
donde el rostro del tiempo se cobra.

El hondo cielo que mi ser añora
por ser de íntimo sol su meridiano,
ese cielo cayó desde mi mano
hacia una eterna noche sin aurora.

Nada queda de él. Sólo el recuerdo
a mitad del camino en que me pierdo
alza el hueco fantasma de su nombre.

Cielo del ser mejor en su mañana.
¡A cambio del sabor de una manzana
perdido para siempre por el hombre!

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AMOR


AMOR



("Quien a las llamas del amor no muere")

Es el amor en todas las edades
del ser que valeroso lo frecuenta,
una oscura semilla que fermenta
en etapas de calma y tempestades.

Más dado a lo irreal que a realidades
del suelo material donde se asienta,
va como oveja dulce que apacienta
en prados de celestes claridades.

Arquitecto del cielo que idealiza:
arde desde la lava a la ceniza
de sus propios volcanes desatados.

Hasta que por el fuego que lo inflama,
es consumido por la misma llama,
"en soledad de dos acompañados".

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ROMANCE DEL HÉROE


ROMANCE DEL HÉROE



Oh, General don Esteban
honor y prez de la Historia,
canción de huayño serrano
que en los charangos retoña.

Tu nombre llegó a nosotros
cuajado en sangre de coplas
y floreció en la garganta
silvestre de las palomas.

Fue en esta tierra morena
donde las quenas sollozan
y el sol que dora las mieses
canta en las tiernas mazorcas,
donde tus manos forjaron
aquella hueste gloriosa
que socavó con sus huesos
los Fuertes de la Colonia.

Ríos de sangre brotaron
del corazón de las rocas,
y el fuego del exterminio
redujo a escombros las chozas.

Fue ruda y larga la guerra,
mas, la raigambre criolla,
medró en silencio de cruces
como las jarkas coposas;
y cada rama fue en brazo,
y cada brazo un patriota.

La Virgen de las Mercedes
perdió sus dedos de rosa,
por restañar las heridas
donde los sables se embotan,
y los caudillos del pueblo
fueron izados en la horca,
como banderas de triunfo
que en el arco iris tremolan.

El alba segó las mieses
con su guadaña de alondras,
sembrando polvo de luna
sobre la augusta memoria
de aquellos hombres bravíos
que armados de sus picotas,
cavaron el horizonte
para que alumbre la gloria.

¡Ay! General don Esteban,
flor de charango y paloma,
qué duros vientos soplaron
sobre esta tierra de auroras,
cuando los wauques bizarros
tiñeron en sangre roja,
la copa de los chilijchis
que incendia el sol de Viloma.

Pero jamás tu alma grande
se doblegó en la derrota,
y vencedor o vencido
fuiste el Quijote de Aroma
que acicateando a su potro
que ante el nevado resopla,
contra un molino de viento
trizó su lanza ilusoria.

Porque los hombres del Valle
hechos de arrullo y de roca,
son fieros como el torrente
que se desborda en las lomas,
y altivos como las cumbres
donde los cóndores moran.

Las nubes se disiparon
en un airón de gaviotas,
prendiendo un haz de leyenda
sobre las viejas casonas
de la romántica Villa
que las retinas asoma:
con sus balcones labrados
y sus callejas tortuosas;
donde creciste, Aguilucho
de la insurgencia criolla,
enmadejando horizontes
en tus pupilas indómitas.

Tu espada talló en los riscos
el Himno de la Victoria,
y urgidas de primavera
reflorecieron las lomas,
bajo el resuello del viento
que los capullos deshoja,
para enflorar el sendero
por donde marchan tus tropas.

Porque esta Patria que amamos
hecha de fuego y aurora,
nació a los senos frutales
de las mocitas criollas,
y es hija de esos guerreros
tiznados en sangre y pólvora.

La selva meció tu sueño
con el rumor de su fronda,
y destrenzó de crepúsculos
su cabellera olorosa,
sobre el fanal de luciérnagas
donde tus restos reposan.

El tiempo pasó descalzo
sin dejar musgo en tu fosa,
y es a través de los siglos
que se agiganta tu sombra,
sobre la América libre
que te bendice y te invoca,
como al más bravo Caudillo
de los que ilustra su Historia.

Oh, General Don Esteban,
espada de los patriotas,
valluno de pura sangre
tallado en fibras de roca,
tu imagen de alto relieve
quedó acuñada en la aurora,
y hoy como ayer, en el alba,
cantan campanas de gloria.

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ROMANCE DE LA NIÑA AUSENTE


ROMANCE DE LA NIÑA AUSENTE


Fue en esta tierra valluna,
cantar de sol y payhuaro,
que desgrané mis romances
al pie del Ande nevado,
cuando surgió en mi camino,
sobre los surcos preñados,
aquella Niña de ensueños,
¡aurora y flor de mi pago!,
que deslumbró mis pupilas
y puso miel en mis labios,
embelleciendo mi vida
como un paisaje serrano.

Por ella me hice poeta,
y amé en sus ojos sombreados,
la lumbre de las auroras
y el vuelo azul de los astros,
que cantan al Ser Supremo,
bajo el fanal del espacio.

Fue nuestro amor un idilio
de tierra ardiente y riacho,
que floreció en el arrullo
de los hulinchos montanos,
cuando mis manos sedientas
de eternidad, destrenzaron
el oro de los trigales,
sobre sus hombros de nardo.

Sentí en su cuerpo de mieses
calor de predio sembrado,
piar de nido en su boca,
amor de madre, en sus brazos,
y acariciando en las lunas
el fruto recién logrado,
canté a mi valle nativo
con voz de gleba y charango.

Canté la agreste belleza
de los paisajes serranos,
la espuma de los torrentes,
la sierra parda y el llano;
la nieve de las montañas
y el latigazo del rayo
que incendia los horizontes
en fulgurar de topacios.

Canté las fiestas aldeanas
y las faenas del agro,
donde los rudos labriegos
encallecieron sus manos,
agavillando en las eras
la mies cuajada de granos,
que salpicó en las quebradas
el trino de los chihuacos.

Canté a las mozas de Colpa
y a los varones de Ciaco,
que medran en los breñales
como las plantas de cacto,
sorbiendo el cielo en sus ojos
y la poesía en sus labios.

Canté la vida del ayllu,
¡himnos de sol y trabajo!
que arracimó las estrellas
en el clarín de los gallos.

Y hundí mis pies en los surcos
como las raíces de un tacko,
para absorber en su médula
el alma del pueblo indiano,
que floreció en el ramaje
de las cantutas del Lago.

En fin, canté los crepúsculos,
el cielo azul, el regato,
la lumbre de la encañada
y el canto en flor de los pájaros;
porque en mis venas bullía
la sangre de mi terrazgo,
y el madrigal de ternura
que me brindaron los labios
de aquella Niña de ensueños,
¡aurora y flor de mi pago!

Pero no quiso el destino
que continuase cantando,
y vi quebrarse su imagen
en el cristal del remanso.

La vida se me hizo triste,
sentí el vacío en mis brazos,
dolor de ausencia en mis ojos,
sabor de hiel en mis labios.

Y anonadado y doliente
quedó mi ser meditando
en las miserias del hombre,
¡polvo de luz y de átomo!
que hizo inmortal el espíritu,
en el dolor del arcano.

La larva del pensamiento
rasgó el capullo en mi cráneo
y abrió sus alas de angustia
sobre el idílico tálamo,
donde ya nunca la amada
me estrecharía en sus brazos,
acariciando mi frente
donde los sueños nidaron.

¡Ay!, qué recuerdos evoca
la vieja casa del rancho,
donde mi vida fue un sueño
desvanecido en sus manos,
y el canto de las alondras
segó su nombre en mis labios.

Y desde entonces, sin rumbo,
sin fe, ni amor, por los campos,
huyendo voy de mí mismo
como una sombra sin llanto.

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LA TARDE PIDIENDO AMOR


LA TARDE PIDIENDO AMOR


La tarde pidiendo amor.
Aire frío, cielo gris.
Muerto sol.
La tarde pidiendo amor.

Pienso en sus ojos cerrados,
la tarde pidiendo amor,
y en sus rodillas sin sangre,
la tarde pidiendo amor,
y en sus manos de uñas verdes,
y en su frente sin color,
y en su garganta sellada. . .
La tarde pidiendo amor,
la tarde pidiendo amor,
la tarde pidiendo amor.

No.
No, que me sigue los pasos,
no;
que me habló, que me saluda,
no;
que miro pasar su entierro,
no;
que me sonríe, tendida,
tendida, suave y tendida,
sobre la tierra, tendida,
muerta de una vez, tendida. . .
No.

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MULATA


MULATA


Ya yo me enteré, mulata,
mulata, ya sé que dise
que yo tengo la narise
como nudo de cobbata.

Y fíjate bien que tú
no ere tan adelantá,
poqque tu boca é bien grande,
y tu pasa, colorá.
Tanto tren con tu cueppo,
tanto tren;
tanto tren con tu boca,
tanto tren;
tanto tren con tu sojo,
tanto tren.

Si tú supiera, mulata,
la veddá:
que yo con mi negra tengo,
y no te quiero pa ná!

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CUANDO YO VINE A ESTE MUNDO


CUANDO YO VINE A ESTE MUNDO


Cuando yo vine a este mundo,
nadie me estaba esperando;
así mi dolor profundo
se me alivia caminando,
pues cuando vine a este mundo,
te digo,
nadie me estaba esperando.

Miro a los hombres nacer,
miro a los hombres pasar;
hay que andar,
hay que mirar para ver,
hay que andar.

Otros lloran, yo me río,
porque la risa es salud:
lanza de mi poderío,
coraza de mi virtud.
Otros lloran, yo me río,
porque la risa es salud.

Camino sobre mis pies,
sin muletas ni bastón,
y mi voz entera es
la voz entera del sol.
Camino sobre mis pies,
sin muletas ni bastón.

Con el alma en carne viva,
abajo, sueño y trabajo;
ya estará el de abajo arriba,
cuando el de arriba esté abajo.
Con el alma en carne viva,
abajo, sueño y trabajo.

Hay gentes que no me quieren,
porque muy humilde soy;
ya verán cómo se mueren,
y que hasta a su entierro voy,
con eso y que no me quieren
porque muy humilde soy.

Miro a los hombres nacer,
miro a los hombres pasar;
hay que andar,
hay que vivir para ver,
hay que andar.

Cuando yo vine a este mundo,
te digo,
nadie me estaba esperando;
así mi dolor profundo,
te digo,
se me alivia caminando,
te digo,
pues cuando vine a este mundo,
te digo,
¡nadie me estaba esperando!

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HERMANA, HAZME LLORAR...


HERMANA, HAZME LLORAR...

Fuensanta:
dame todas las lágrimas del mar.
Mis ojos están secos y yo sufro
unas inmensas ganas de llorar.

Yo no sé si estoy triste por el alma
de mis fieles difuntos
o porque nuestros mustios corazones
nunca estarán juntos.

Hazme llorar, hermana,
y la piedad cristiana
de tu manto inconsútil
enjúgueme los llantos con que llore.
el tiempo amargo de mi vida inútil.

Fuensanta:
¿tú conoces el mar?
Dicen que es menos grande y menos hondo
que el pesar.
Yo no sé ni por qué quiero llorar:
será tal vez por el pesar que escondo
tal vez por mi infinita sed de amar.
Hermana:
dame todas las lágrimas del mar...

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ELLA


Esta novia del alma con quien soñé en un día
fundar el paraíso de una casa risueña
y echar, pescando amores, en el mar de la vida
mis redes, a la usanza de la edad evangélica.

Es blanca como la hostia de la primera misa
que en una azul mañana miró decir la tierra
luce negros los ojos, la túnica sombría
y en un ungir las heridas las manos beneméritas.

Dormir en paz se puede sobre sus castos senos
de nieve, que beatos se hinchan como frutas
en la heredad de Cristo, celeste jardinero;

tiene propiedades hondas y los labios de azúcar,
y por su grave porte se asemeja al excelso
retrato de la Virgen pintado por San Lucas.

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A UN IMPOSIBLE


A UN IMPOSIBLE

Me arrancaré, mujer, el imposible
amor de melancólica plegaria,
y aunque se quede el alma solitaria
huirá la fe de mi pasión risible.

Iré muy lejos de tu vista grata
y morirás sin mi cariño tierno,
como en las noches del helado invierno
se extingue la llorosa serenata.

Entonces, al caer desfallecido
con el fardo de todos mis pesares,
guardaré los marchitos azahares
entre los pliegues del nupcial vestido.

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UNO CON ÉL


UNO CON ÉL

Eres uno con Dios, porque le amas,
tu pequeñez ¡qué importa y tu miseria!;
eres uno con Dios, porque le amas.

Le buscaste en los libros,
le buscaste en los templos,
le buscaste en los astros,
y un día el corazón te dijo, trémulo:
"Aquí está", y desde entonces ya sois uno,
ya sois uno los dos, porque le amas.

No podrán separaros
ni el placer de la vida
ni el dolor de la muerte.

En el placer has de mirar su rostro,
en el valor has de mirar su rostro,
en vida y muerte has de mirar su rostro.

"¡Dios!" dirás en los besos,
dirás "Dios" en los cantos,
dirás "Dios" en los ayes.

Y comprendiendo al fin que es ilusorio
todo pecado (como toda vida),
y que nada de Él, puede separarte,
uno con Dios te sentirás por siempre:
uno solo con Dios ¡porque le amas!

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Este amor


Este amor
complicado y sencillo
se metió en el bolsillo
de tu jumper azul.
Este amor
es el dueño del tiempo
que hace eterno el silencio
para amarnos tu y yo.
Este amor
no respeta fronteras
y agoniza la pena
cuando clava un puñal.
Este amor
se ha adueñado de todo
mi conciencia y mi modo
de perder la razón.
Este amor
que ocupó mi cabeza
y enlazó tu cintura
para hacer uno solo entre dos.
Este gran amor
enredado a tus piernas
arremete tu cuerpo sobre mi
y me da ganador.
Colaboración de Cristian Díaz
Argentina